martes, 5 de marzo de 2013

Blancanieves, contracorriente


A ver, voy a ser valiente y voy a confesar algo: la película Blancanieves, la española, no me gustó.

-¿Ah? ¿Qué dices? - (casi puedo oírlos).

Está bien, acepto que la música es magnífica, las actuaciones soberbias, la fotografía preciosa y el montaje excelente, pero ¿hay necesidad de recrearse en la tristeza de esa manera? ¿No tenemos ya suficiente con la vida real para que vengan a presentarnos una fantasía donde absolutamente todo es triste, malvado e injusto?

Cuando vi al director de esta película recibir su Goya, me pareció un ser encantador de dulce sonrisa, ¡mejor actor debió haber ganado! Allí nos habló del amor a la fantasía, pues si así es la fantasía prefiero la realidad. ¡Pasarse nueve años regodeándose en esa historia! ¡Madre mía! ¡Qué sufrimiento! Me encantaría ver por un agujerito su vida. Hasta me preocupa, pobrecito.

Por otra parte, entiendo perfectamente que como candidata a los Oscar, España envíe lo mejor de su producción ¿pero alguien en su sano juicio pensó que los gringos, siendo como son, iban a considerar esta película? ¡Eso sí es fantasía!

Ahora pueden borrarme de todos los círculos de conocedores de cine e intelectuales. Para cosas tétricas basta con asomarme a la vida real. A mí la próxima vez si me hablan de fantasía, por favor pónganme la Blancanieves de Disney, que había olvidado, pero que hoy vuelvo a amar desde lo más profundo de mi corazón.


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