(A propósito de pesebres)
Todo
ocurrió rápidamente. Una serie de objetos flotaban en el río, era ropa de
mujer, zapatos de tacones, una cartera elegante y una chaqueta corta bordada en
lentejuelas. Aquello pasó velozmente bajo el puente que unía los dos lados del
valle. El río de piedras pulidas comenzó a crecer y amenazaba con desbordarse.
Retiramos las vacas y las ovejas lo más apresuradamente que pudimos al tiempo
que alguna prenda se atascaba en las tuberías de la bomba que llevaba agua
hasta la fuente. La corriente subió y empezó a arrastrar el pasto que delineaba
la orilla. Una de las casas se tambaleó y
sucedió lo inevitable: tuvimos que desconectar, recoger, reparar las piezas y
comenzar todo de nuevo. Sólo pudimos obtener de nuestra hija la promesa de no
jugar de nuevo con su Barbie en el nacimiento.
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