Recuerdo cuando leí hace más de un año la
noticia de un chico norteamericano que había viajado a Irlanda para tratar de
encontrar a una joven a quien sólo había conocido por unos minutos en un viaje
anterior. El muchacho, al parecer, no dejaba de pensar en aquella chica
pelirroja y pecosa con quien había conversado en un café. La historia hablaba
de una profunda mirada que él no podía olvidar. Me pareció un hecho tan
hermoso, tan cursi, con lo que me encanta lo cursi, que hasta empecé un relato
que quedó inacabado.
.
Hoy me encontré de nuevo con esa noticia, ya
no sé ni cómo, la encontré en esta suerte de trampolín inagotable que es
Internet. De un sitio a otro, me tropecé
de nuevo con Sandy Crocker y entonces me puse a averiguar si aquello se había
resuelto felizmente. Eché mano al inglés hasta que encontré la respuesta en un
periódico online norteamericano. El muchacho había vuelto a su país sin
encontrar a la chica de mirada sincera que le había hecho viajar 5000
kilómetros, y volvía a ofrecer una entrevista diciendo que se lo había pasado "muy bien en sus vacaciones”. Un chasco me pareció, y si el muchacho tuvo su
encanto en un principio lo perdió de un solo golpe.
Y como los domingos a veces se parecen a
internet, que uno hace esto, aquello y vuelve a lo otro, después de saber el
resultado de la búsqueda me acordé de un poema extraordinario y no paré hasta
encontrarlo. Aquí se los dejo, porque concuerda perfectamente con este asunto.
Carta
XXXII
mi querida:
en los hombres no se puede
confiar
ellos en
una ciudad desconocida
no sabrían
cómo encontrarnos
en cambio
nosotras
persistentes
y sin resignación
haríamos
de la búsqueda un destino
(Liliana Lukin)
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