sábado, 25 de mayo de 2013

Brazadas

A C.R.

La puerta del dormitorio crujió al abrirse y entró una larga fila de recuerdos que atraparon a Sonia sentada en la cama tomando su café marrón, dulce y muy caliente, su hija estaba junto a ella. Sonia la vio con sus enormes ojos grises que sabían mirar hacia adentro o hacia fuera, según el momento en que el destino o las lagunas la dejaran llegar o no a la superficie.

Sonia preguntó por sus nietas, pidió explicaciones, luego tomó la mano de Claudia con suavidad y le dijo: “tú eres hija de la tormenta, la noche que naciste llovió como si se inundara el mundo y por eso tienes una fuerza que arrastra todo”. La mujer la escuchó aturdida y con los ojos a punto de soltar el llanto. Después Sonia volvió a hundirse en la laguna pantanosa de la mente de la que no salió nunca más.

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